miércoles, 14 de noviembre de 2012

UTOPÍA


El otro día me dijeron que imaginara una utopía. ¿Mundo ideal alternativo?. Yo creo que existe un mundo superpuesto al que vivimos cada día. Y reside en esos detalles y momentos de felicidad que duran segundos, que sin darnos cuenta forman lo que realmente querríamos tener, ver y sentir todo el tiempo.
Un ocaso, la luna llena, una mariposa que vuela, una brisa, la lluvia que llega luego de mucho calor. Acostarse en el pasto fresco, mirar el cielo de día y de noche, el agua del mar tocando mis pies. Mi almohada, mi cama, mi habitación, dormir enroscada a las sábanas cuando hace frío. Mi color favorito, aromas que transportan, frases que motivan, los minutos que dure una canción. Una película, un libro, una fotografía, un minuto de imaginación. Una sonrisa, un beso, un abrazo, una caricia, una mirada, un gesto, apoyar la cabeza en el hombro de esa persona querida y sentirse protegido. Sentir sus latidos, rozar su piel, permanecer en silencio con todo el calor del amor. Ver crecer a los amigos, a los hermanos, a los padres, saber que se está creciendo junto a ellos.
Son cosas que nos dan paz, y que llenan nuestra alma para hacerla sentir viva, pero fácilmente las echamos al olvido. Sin darles la importancia que merecen, porque aparecen para que seamos realmente felices. Ambos mundos se superponen, están en el mismo camino que recorremos; deberíamos disfrutar de uno y aprender del otro. Los problemas están al alcance de todos, y desaparecen. Cada momento de diminuta felicidad también, pero permanecen y se van sumando para que hagamos existir nuestra utopía.

Macarena.

martes, 6 de noviembre de 2012

Gracias por el Fuego.

Me gusta leer, mucho. Encontrarle distintas lecturas, darlas vueltas, enroscarlas y desatarlas una y otra vez. Sentirme dentro de ellas como si yo fuera una letra, un punto, o una coma repitiéndose en cada página.
Siempre me tomo un tiempito para leer alguna cosa que alguien publique por ahí, aunque si tengo más tiempo disfruto de alguna novela.
Muchas veces me causa gracia, hasta me hace sonreír, ver que hay algo de mi o que me identifica en alguna lectura. Sonrío a pesar de que su contenido duela, pero esa ironía descarga mucho de lo que tengo adentro, al saber que alguien más ha sabido expresar lo que yo no puedo, o no me animo. Y son segundos de calma que a mi espíritu hacen vacilar agraciado.
Al escribir esto, supe que el siguiente fragmento representa lo que acabo de decir, además de tantas cosas que me causa leerlo porque en realidad es lo que siento. Y nunca podría haberlo dicho de esa forma, escondiéndome entre las palabras. Ahi va:


"Hoy sí la Rambla. Nada de Canalones. Esta lindo aquí, corre un vientito. Por lo menos este verano artificial se parece a nuestro verano verdadero: al atardecer refresca. ¿Y si, por ejemplo, pensara ahora en Dolores? Desde hoy me esta dando vueltas en la cabeza el poema que hizo Vargas cuando se enamoró de aquella morochita de Arquitectura. Una miniatura, lindísima y simpática, pero casada. Después, cuando todo había pasado, me dio una copia a máquina y me dijo: Creo que es lo más verdadero que escribí y además no creo que escriba algún día nada mejor. Tenía razón, después de todo. En ese entonces escribía  bastante, pero después se metió en el República, y más adelante consiguió unas representaciones y se casó y tiene un montón de hijos. Pero el poema es bueno, claro que sí. Me lo aprendí de memoria y me daba lástima no tener en quien pensar cuando lo decía. Ahora tengo. Pero no estoy seguro de acordarme. A ver.
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche esta de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imagenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mi
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tu siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.
Me acordé y es para vos, Dolores. Lo hizo otro, para otra, pero también yo lo hice y es para vos. Lo hizo otro, porque yo no sé decir las cosas que siento, pero reconozco cuando alguno es capaz de decirlas por mí. Y es también un modo de decirlas. A lo mejor, Vargas ya no se acuerda de esto que escribió. Yo me acuerdo y es un modo de hacerlo mío. Porque eres mía, porque no eres mía. Nadie podría decirlo mejor, ¿Verdad? Corazón Coraza. Es para vos, Dolores. Ya no se quién lo hizo. Acaso Vargas fue un robot que pensó por mi. Acaso soy yo Vargas, o Vargas era yo. Lo único seguro es que estas existiendo, Dolores, en algún rincón de este día, en algún lugar del mundo, sola o con alguien, pero sin mí. Lo único seguro es que sos mejor que todas tus imágenes, que todas las imágenes que yo tengo de vos..."

Un fragmento de "Gracias por el fuego" de Mario Benedetti que me hizo poner la piel de gallina, cuando interpreté y me di cuenta que es real más allá de para quién esté escrito. Gracias por salvarme hoy Mario.

lunes, 8 de octubre de 2012

El que se fue.


"Tu sonrisa era mi hogar. Ahora estoy moribunda porque ya no soy su razón.
Mi paz vivía en tu corazón y ya no existirá en ningún otro lugar.
Dormir en tu pecho ha sido la sensación de protección más intensa que he tenido.
Y la felicidad es un abstracto que desapareció sin darme cuenta "

Soñé que te decía esto mientras me desangraba ante tus ojos, aquellos que me habían visto sonreír y ahora me observaban tendida a tu lado, transformando mi alma en cenizas que comenzaban a caer en forma de lluvia violenta y terminaban siendo tan frágil como lo que son. Vos permanecías inmóvil. Al mirarte y parpadear, tu imagen comenzaba a desenfocarse y alejarse cada vez más, hasta dejar una sensación de vacío infinito. Sin embargo te sentía igual de presente, aunque no era cierto. Todo comenzaba a venirse hacia mi, la oscuridad me aplastaba. Aparecieron uno a uno cada recuerdo. Éramos nosotros contra el mundo. Y mi promesa de hacerte feliz se acercó para terminar de destruirme.
Desperté mirando a mi alrededor desesperada, sabiendo que el sueño era mi realidad.
En otra vida o en otro tiempo, desearía que nos unamos y mezclemos nuevamente, para vencer todo esto.
Y quiero recordar cómo volar, para volver a encontrarme... como me enseñaste vos.

Macarena.

lunes, 20 de agosto de 2012

Los últimos diez minutos.



Le dio el último beso y se levantó lentamente. Recorrió toda la habitación buscando sus prendas…colgadas, tiradas, arrugadas. Se sentó en la cama y se vistió a medias, sin ganas. Miraba por la ventana, permaneciendo inmóvil, en silencio. La mirada de sus ojos del color del mar en el atardecer no era de culpa, ni de tristeza, pero de a poco se apagaba. Solamente estaba cansado de la rutina. Había podido olvidarse por un rato de sus problemas. Pero volvieron a aparecer, como monstruos que le aplastaban la mente y la convertían en una tormenta azul y eléctrica, también ruidosa, que parecía interminable. Lo empujaban y hacían caer repetidas veces. Sin embargo, su chica sabía levantarlo y convertía ese cielo tormentoso en radiantes soles. Lo elevaba hacia ese lugar, sosteniéndolo en sus brazos, meciéndolo como un bebé. Nunca iba a confesarlo.
Había escondido su corazón, en algún lugar que quería borrar pero no podía, sabía que era imposible, que siempre le terminaba ganando a la vieja "razón". Le tenía cierto rechazo por hacerlo confundir tantas veces, por momentos lo odiaba.
En un rincón de la cama estaba su chica, sentada también en silencio, pero mirándolo con los ojos brillosos. Miraba su espalda que todavía se encontraba desnuda y transpirada; sus brazos, su nuca, su pelo; y nuevamente bajaba a mirar su espalda, sobre todo el lugar donde se encontraba ese tatuaje que tantas cosas le hacía imaginar. Sentía su olor, impregnado en las sábanas, en el aire, en su piel. Sonreía dolorosamente, pero creía estar completamente en otro mundo o volando entre nubes blancas, con flores rojas que le acariciaban los pies.
Podía sentir sobre su cuerpo la brisa de verano entrar por la ventana, la misma que él miraba. Pero al mirar hacia ella, veía colores, que subían y bajaban; se estiraban, se mezclaban y giraban. Hasta que la frenada de un colectivo tornó esos colores a un oscuro gris, y todo se convirtió nuevamente en la acalorada habitación, pero aún así continuaba volando.
Fumaba un cigarro que le invadía el alma para atenuar ese placer. No hacía caso al horario ni a las responsabilidades, tampoco a los mensajes de texto que sonaban constantemente, como amenazas de bomba a punto de explotar sobre la mesa de luz. Loca, soñadora, enamorada, inocente.
Afuera, los autos se movían furiosos, descontrolados. Preparados para atacar. El mundo girando sin sentido para nadie. Las luces que pretenden iluminar la ciudad, pero la vuelven irritable, asquerosa, pesada. La gente con sus rutinas, cansados, odiosos, manipulados, manipulando. La noche fresca que intenta calmar por arriba ese descontrol redondo, irrompible. Nada de esto pudo impedir el derroche de amor que en la habitación permanecía.
Se retiraron del hotel y caminaron juntos un par de cuadras. Cruzaban algunas palabras pero aún seguían en sus mundos. Reían sin saber. Se miraban. Sin embargo, nunca dirían lo bien que se sintieron. Mejor callar y guardarlo, tal vez sería un error ser sinceros.
Se despidieron en una esquina y se fueron para seguir con sus vidas en esa inestable y a la vez cuadrada ciudad.
Imaginaron el próximo encuentro. Lo deseaban, lo necesitaban tanto como respirar. No sabían cuándo, ni siquiera si llegaría a ser. Pero lo esperaban. Sobre todo esos últimos diez minutos, tan especiales, asombrosos e inconfesables.


Macarena Santillán.

sábado, 18 de agosto de 2012

La razón de quererme.

¿No recuerdas, cada beso, cada saludo, cada despedida, cada abrazo, cada lugar, cada paisaje, cada sonrisa, cada mirada, cada melodía, cada suspiro, cada encuentro, cada sudor, cada lágrima, cada distancia, cada ausencia, cada espera, cada escalofrío, y toda una lista interminable de sensaciones y emociones? ¿No recuerdas la razón?.

viernes, 17 de agosto de 2012

Fête.


Se conocieron en la fiesta de alguien que ninguno de los dos sabía quién era. El lugar era tan elegante que hasta se podía comparar con la pureza misma. Iluminado en todas partes, y tan espacioso como un bosque. Pero la falsedad y la hipocresía eran las protagonistas principales.
Ella se codeaba con todos allí. A pesar de no conocerlos. Le encantaba presumir sus logros, y su nuevo cuerpo, sus ojos verdes y sus perfectos rulos. Las palabras le salían tan fácil que la volvían cada vez menos interesante y más insoportable, pero irresistible.
Él no sabía ni siquiera por qué había sido invitado. Tampoco conocía a nadie, caminaba solo, pensativo y distraído por el lugar, con una copa de champagne que se llenaba y vaciaba cada dos minutos. 
Casi al terminar la velada, ambos salieron del lugar a tomar un poco de aire. Ella porque se había cansado de hablar de todos los lugares a los que había viajado y de lo perfecto que le había quedado ese retoque en la nariz, y él porque se había mareado de tantas idas y vueltas con esa copa. Caminando sin mirar, se chocaron y cayeron. Pero no les molestó, al contrario, no pudieron dejar de mirarse y reir a carcajadas. 
Ella se percató de cada linea que se formaban en su rostro, le recordaba al último hombre con el que había estado en su cama, al cual estafó robándole su amor de una noche junto con su dinero.
Él se dió cuenta que le faltaba una muela, pero aún así su sonrisa era hermosa. Su rostro era perfecto, artificial, pero perfecto. Le recordaba al amor de su vida, que lo había abandonado en la estación porque se había cansado de que fuera tan rico de alma y pobre de bolsillo. 
Se levantaron y comenzaron a caminar juntos, siempre mirándose a los ojos y riendo. Aunque no coincidían en nada, ni les interesaba lo que el otro decía. No tenían nada en común; sin embargo, les encantaba el hecho de haberse encontrado.

- ¿A qué te dedicás? Le dijo él.
- Tengo un negocio, uno entre las piernas. Respondió con una mirada pícara pero segura. 

La miró avergonzado por la respuesta pero siguió hablando de otro tema pasando eso por encima. A ella le sorprendió que lo haya ignorado. Entonces le preguntó por qué lo había hecho. A lo que le murmuró al oído:

-No me interesa. Ambos sabemos que no nos volveremos a ver.  

Ella sonrió, le dio un beso en la mejilla y se fue otra vez a la fiesta. Con el corazón desilucionado, pero consciente de que ese hombre no iba a ser aquel que estuviera a su lado cada día para llenarle el alma y hacerla feliz. No le gustaba para nada, pero la hacía reir. 
Él se fue del lugar sin ningún prejuicio, tan feliz por haberse animado a hablar con una mujer nuevamente. Para su suerte, no logró acostarse con ella, quería, aunque le causaba tal desagrado.

Sólo tenían algo que los unía. Su pasado los lastimaba.

Macarena Santillán.

UTOPÍA


El otro día me dijeron que imaginara una utopía. ¿Mundo ideal alternativo?. Yo creo que existe un mundo superpuesto al que vivimos cada día. Y reside en esos detalles y momentos de felicidad que duran segundos, que sin darnos cuenta forman lo que realmente querríamos tener, ver y sentir todo el tiempo.
Un ocaso, la luna llena, una mariposa que vuela, una brisa, la lluvia que llega luego de mucho calor. Acostarse en el pasto fresco, mirar el cielo de día y de noche, el agua del mar tocando mis pies. Mi almohada, mi cama, mi habitación, dormir enroscada a las sábanas cuando hace frío. Mi color favorito, aromas que transportan, frases que motivan, los minutos que dure una canción. Una película, un libro, una fotografía, un minuto de imaginación. Una sonrisa, un beso, un abrazo, una caricia, una mirada, un gesto, apoyar la cabeza en el hombro de esa persona querida y sentirse protegido. Sentir sus latidos, rozar su piel, permanecer en silencio con todo el calor del amor. Ver crecer a los amigos, a los hermanos, a los padres, saber que se está creciendo junto a ellos.
Son cosas que nos dan paz, y que llenan nuestra alma para hacerla sentir viva, pero fácilmente las echamos al olvido. Sin darles la importancia que merecen, porque aparecen para que seamos realmente felices. Ambos mundos se superponen, están en el mismo camino que recorremos; deberíamos disfrutar de uno y aprender del otro. Los problemas están al alcance de todos, y desaparecen. Cada momento de diminuta felicidad también, pero permanecen y se van sumando para que hagamos existir nuestra utopía.

Macarena.

Gracias por el Fuego.

Me gusta leer, mucho. Encontrarle distintas lecturas, darlas vueltas, enroscarlas y desatarlas una y otra vez. Sentirme dentro de ellas como si yo fuera una letra, un punto, o una coma repitiéndose en cada página.
Siempre me tomo un tiempito para leer alguna cosa que alguien publique por ahí, aunque si tengo más tiempo disfruto de alguna novela.
Muchas veces me causa gracia, hasta me hace sonreír, ver que hay algo de mi o que me identifica en alguna lectura. Sonrío a pesar de que su contenido duela, pero esa ironía descarga mucho de lo que tengo adentro, al saber que alguien más ha sabido expresar lo que yo no puedo, o no me animo. Y son segundos de calma que a mi espíritu hacen vacilar agraciado.
Al escribir esto, supe que el siguiente fragmento representa lo que acabo de decir, además de tantas cosas que me causa leerlo porque en realidad es lo que siento. Y nunca podría haberlo dicho de esa forma, escondiéndome entre las palabras. Ahi va:


"Hoy sí la Rambla. Nada de Canalones. Esta lindo aquí, corre un vientito. Por lo menos este verano artificial se parece a nuestro verano verdadero: al atardecer refresca. ¿Y si, por ejemplo, pensara ahora en Dolores? Desde hoy me esta dando vueltas en la cabeza el poema que hizo Vargas cuando se enamoró de aquella morochita de Arquitectura. Una miniatura, lindísima y simpática, pero casada. Después, cuando todo había pasado, me dio una copia a máquina y me dijo: Creo que es lo más verdadero que escribí y además no creo que escriba algún día nada mejor. Tenía razón, después de todo. En ese entonces escribía  bastante, pero después se metió en el República, y más adelante consiguió unas representaciones y se casó y tiene un montón de hijos. Pero el poema es bueno, claro que sí. Me lo aprendí de memoria y me daba lástima no tener en quien pensar cuando lo decía. Ahora tengo. Pero no estoy seguro de acordarme. A ver.
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche esta de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imagenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mi
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tu siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.
Me acordé y es para vos, Dolores. Lo hizo otro, para otra, pero también yo lo hice y es para vos. Lo hizo otro, porque yo no sé decir las cosas que siento, pero reconozco cuando alguno es capaz de decirlas por mí. Y es también un modo de decirlas. A lo mejor, Vargas ya no se acuerda de esto que escribió. Yo me acuerdo y es un modo de hacerlo mío. Porque eres mía, porque no eres mía. Nadie podría decirlo mejor, ¿Verdad? Corazón Coraza. Es para vos, Dolores. Ya no se quién lo hizo. Acaso Vargas fue un robot que pensó por mi. Acaso soy yo Vargas, o Vargas era yo. Lo único seguro es que estas existiendo, Dolores, en algún rincón de este día, en algún lugar del mundo, sola o con alguien, pero sin mí. Lo único seguro es que sos mejor que todas tus imágenes, que todas las imágenes que yo tengo de vos..."

Un fragmento de "Gracias por el fuego" de Mario Benedetti que me hizo poner la piel de gallina, cuando interpreté y me di cuenta que es real más allá de para quién esté escrito. Gracias por salvarme hoy Mario.

El que se fue.


"Tu sonrisa era mi hogar. Ahora estoy moribunda porque ya no soy su razón.
Mi paz vivía en tu corazón y ya no existirá en ningún otro lugar.
Dormir en tu pecho ha sido la sensación de protección más intensa que he tenido.
Y la felicidad es un abstracto que desapareció sin darme cuenta "

Soñé que te decía esto mientras me desangraba ante tus ojos, aquellos que me habían visto sonreír y ahora me observaban tendida a tu lado, transformando mi alma en cenizas que comenzaban a caer en forma de lluvia violenta y terminaban siendo tan frágil como lo que son. Vos permanecías inmóvil. Al mirarte y parpadear, tu imagen comenzaba a desenfocarse y alejarse cada vez más, hasta dejar una sensación de vacío infinito. Sin embargo te sentía igual de presente, aunque no era cierto. Todo comenzaba a venirse hacia mi, la oscuridad me aplastaba. Aparecieron uno a uno cada recuerdo. Éramos nosotros contra el mundo. Y mi promesa de hacerte feliz se acercó para terminar de destruirme.
Desperté mirando a mi alrededor desesperada, sabiendo que el sueño era mi realidad.
En otra vida o en otro tiempo, desearía que nos unamos y mezclemos nuevamente, para vencer todo esto.
Y quiero recordar cómo volar, para volver a encontrarme... como me enseñaste vos.

Macarena.

Los últimos diez minutos.



Le dio el último beso y se levantó lentamente. Recorrió toda la habitación buscando sus prendas…colgadas, tiradas, arrugadas. Se sentó en la cama y se vistió a medias, sin ganas. Miraba por la ventana, permaneciendo inmóvil, en silencio. La mirada de sus ojos del color del mar en el atardecer no era de culpa, ni de tristeza, pero de a poco se apagaba. Solamente estaba cansado de la rutina. Había podido olvidarse por un rato de sus problemas. Pero volvieron a aparecer, como monstruos que le aplastaban la mente y la convertían en una tormenta azul y eléctrica, también ruidosa, que parecía interminable. Lo empujaban y hacían caer repetidas veces. Sin embargo, su chica sabía levantarlo y convertía ese cielo tormentoso en radiantes soles. Lo elevaba hacia ese lugar, sosteniéndolo en sus brazos, meciéndolo como un bebé. Nunca iba a confesarlo.
Había escondido su corazón, en algún lugar que quería borrar pero no podía, sabía que era imposible, que siempre le terminaba ganando a la vieja "razón". Le tenía cierto rechazo por hacerlo confundir tantas veces, por momentos lo odiaba.
En un rincón de la cama estaba su chica, sentada también en silencio, pero mirándolo con los ojos brillosos. Miraba su espalda que todavía se encontraba desnuda y transpirada; sus brazos, su nuca, su pelo; y nuevamente bajaba a mirar su espalda, sobre todo el lugar donde se encontraba ese tatuaje que tantas cosas le hacía imaginar. Sentía su olor, impregnado en las sábanas, en el aire, en su piel. Sonreía dolorosamente, pero creía estar completamente en otro mundo o volando entre nubes blancas, con flores rojas que le acariciaban los pies.
Podía sentir sobre su cuerpo la brisa de verano entrar por la ventana, la misma que él miraba. Pero al mirar hacia ella, veía colores, que subían y bajaban; se estiraban, se mezclaban y giraban. Hasta que la frenada de un colectivo tornó esos colores a un oscuro gris, y todo se convirtió nuevamente en la acalorada habitación, pero aún así continuaba volando.
Fumaba un cigarro que le invadía el alma para atenuar ese placer. No hacía caso al horario ni a las responsabilidades, tampoco a los mensajes de texto que sonaban constantemente, como amenazas de bomba a punto de explotar sobre la mesa de luz. Loca, soñadora, enamorada, inocente.
Afuera, los autos se movían furiosos, descontrolados. Preparados para atacar. El mundo girando sin sentido para nadie. Las luces que pretenden iluminar la ciudad, pero la vuelven irritable, asquerosa, pesada. La gente con sus rutinas, cansados, odiosos, manipulados, manipulando. La noche fresca que intenta calmar por arriba ese descontrol redondo, irrompible. Nada de esto pudo impedir el derroche de amor que en la habitación permanecía.
Se retiraron del hotel y caminaron juntos un par de cuadras. Cruzaban algunas palabras pero aún seguían en sus mundos. Reían sin saber. Se miraban. Sin embargo, nunca dirían lo bien que se sintieron. Mejor callar y guardarlo, tal vez sería un error ser sinceros.
Se despidieron en una esquina y se fueron para seguir con sus vidas en esa inestable y a la vez cuadrada ciudad.
Imaginaron el próximo encuentro. Lo deseaban, lo necesitaban tanto como respirar. No sabían cuándo, ni siquiera si llegaría a ser. Pero lo esperaban. Sobre todo esos últimos diez minutos, tan especiales, asombrosos e inconfesables.


Macarena Santillán.

La razón de quererme.

¿No recuerdas, cada beso, cada saludo, cada despedida, cada abrazo, cada lugar, cada paisaje, cada sonrisa, cada mirada, cada melodía, cada suspiro, cada encuentro, cada sudor, cada lágrima, cada distancia, cada ausencia, cada espera, cada escalofrío, y toda una lista interminable de sensaciones y emociones? ¿No recuerdas la razón?.

Fête.


Se conocieron en la fiesta de alguien que ninguno de los dos sabía quién era. El lugar era tan elegante que hasta se podía comparar con la pureza misma. Iluminado en todas partes, y tan espacioso como un bosque. Pero la falsedad y la hipocresía eran las protagonistas principales.
Ella se codeaba con todos allí. A pesar de no conocerlos. Le encantaba presumir sus logros, y su nuevo cuerpo, sus ojos verdes y sus perfectos rulos. Las palabras le salían tan fácil que la volvían cada vez menos interesante y más insoportable, pero irresistible.
Él no sabía ni siquiera por qué había sido invitado. Tampoco conocía a nadie, caminaba solo, pensativo y distraído por el lugar, con una copa de champagne que se llenaba y vaciaba cada dos minutos. 
Casi al terminar la velada, ambos salieron del lugar a tomar un poco de aire. Ella porque se había cansado de hablar de todos los lugares a los que había viajado y de lo perfecto que le había quedado ese retoque en la nariz, y él porque se había mareado de tantas idas y vueltas con esa copa. Caminando sin mirar, se chocaron y cayeron. Pero no les molestó, al contrario, no pudieron dejar de mirarse y reir a carcajadas. 
Ella se percató de cada linea que se formaban en su rostro, le recordaba al último hombre con el que había estado en su cama, al cual estafó robándole su amor de una noche junto con su dinero.
Él se dió cuenta que le faltaba una muela, pero aún así su sonrisa era hermosa. Su rostro era perfecto, artificial, pero perfecto. Le recordaba al amor de su vida, que lo había abandonado en la estación porque se había cansado de que fuera tan rico de alma y pobre de bolsillo. 
Se levantaron y comenzaron a caminar juntos, siempre mirándose a los ojos y riendo. Aunque no coincidían en nada, ni les interesaba lo que el otro decía. No tenían nada en común; sin embargo, les encantaba el hecho de haberse encontrado.

- ¿A qué te dedicás? Le dijo él.
- Tengo un negocio, uno entre las piernas. Respondió con una mirada pícara pero segura. 

La miró avergonzado por la respuesta pero siguió hablando de otro tema pasando eso por encima. A ella le sorprendió que lo haya ignorado. Entonces le preguntó por qué lo había hecho. A lo que le murmuró al oído:

-No me interesa. Ambos sabemos que no nos volveremos a ver.  

Ella sonrió, le dio un beso en la mejilla y se fue otra vez a la fiesta. Con el corazón desilucionado, pero consciente de que ese hombre no iba a ser aquel que estuviera a su lado cada día para llenarle el alma y hacerla feliz. No le gustaba para nada, pero la hacía reir. 
Él se fue del lugar sin ningún prejuicio, tan feliz por haberse animado a hablar con una mujer nuevamente. Para su suerte, no logró acostarse con ella, quería, aunque le causaba tal desagrado.

Sólo tenían algo que los unía. Su pasado los lastimaba.

Macarena Santillán.