sábado, 27 de marzo de 2010

Ritual de Sacrificio.


Resulta, que alguien llamó a la comisaría para informar que había encontrado el cuerpo de una joven en la puerta del cementerio. Era una mujer. Su voz parecía serena, espontánea, hablaba con total naturalidad, como si estuviera acostumbrada a encontrarse con cadáveres. Otra persona, y especialmente una mujer, hablaría tartamudeando, en medio de un llanto, o gritando horrorizada, pero ella no.
El detective, atónito, ya que no es común aquí este tipo de casos, llamó al forense, y a algunos policías. Yo por mi parte, tomé mi abrigo y mi libreta. Nos subimos a los móviles y partimos rápidamente.
Él iba manejando muy serio. No hacía ningún comentario. Sólo tocaba su bigote canoso. Bajaba hacia su mentón, y volvía al bigote. Yo intentaba hablarle sobre algo y me respondía con monosílabas. Decidí no decirle más nada, ya que se irritaría. Y no quería verlo de esa manera, porque se transforma tanto que asusta.
El piso del lugar estaba húmedo, por la noche había llovido. Pero el sol mañanero estaba secándolo. Entre el camino a la entrada había muchos árboles. Algunos recién podados y otros con hojas cayéndose.
Nos bajamos del móvil, caminamos unos metros, y vimos que el cuerpo se hallaba tendido en el suelo, como si estuviese durmiendo luego de una borrachera. De él provenía un olor nauseabundo, no me gustaba la idea de acercarme. Estaba vestida de negro, descalza. Lo raro de esto, es que estaba disecado. No tenía ninguna herida visible, pero estaba disecado, marchito.
Nos preocupaba al detective y a mí que, luego de haber publicado la noticia en el canal local, ninguna persona se había comunicado, ningún familiar, nadie... así no íbamos a poder avanzar nunca.
-¿Alguien oyó algo?¿Hubo algún testigo?- Me preguntó el detective Giménez, aunque sabía mi respuesta.
No lo sé señor.- Le contesté como pude ya que mis ganas de vomitar eran enormes, y me fui a un lugar alejado a tomar aire.
-Hola, ¿usted es el detective?- Dijo casi susurrando una voz dulce y a la vez herida, totalmente destrozada si se quiere, por una pérdida tal vez. Levanté la mirada de mi revista, donde estaba leyendo un artículo sobre cómo cuidar plantas carnívoras, el cual me interesó bastante y consideraba comprar una para poner en mi departamento, y ví a una joven de rasgos parecidos a los del cadáver.
-No, yo soy el ayudante, ¿por qué? ¿Necesitás algo?
-Soy la hermana de la joven.
Con razón, su cabello era igual, sus ojos, la forma de su cara, con la diferencia de que ésta tenía sangre en su organismo. Al mirarla me transportaba hacia la noche anterior, que fue cuando su hermana murió. En mi cabeza aparecían imágenes de lo que posiblemente habría sucedido. Ahora me intrigaba saber.
- Contame...
- Sabrina.
- Contame Sabrina. Así voy tomando nota, seguro con tu ayuda vamos a poder saber quién la mató. Pero, ¿por qué viniste ahora?, ¿por qué no te comunicaste antes?
- Me avisaron por teléfono, yo no estaba en la ciudad…La llamada fue muy rara. No conocía a la persona que me llamó. Según dijo ella, porque era una mujer, encontró el cuerpo de mi hermana aquí, y revisó su cartera para sacar información o algún número de teléfono dónde poder comunicarse. De ahí sacó el mío. Pero su voz se notaba calma, si a mi me hubiese pasado, no podría hablar directamente, imaginate el susto. La verdad me sorprendió su muerte. Era una chica tan inteligente. Ahora estaba estudiando medicina, recién empezaba. Trabajaba en el drugstore que está cerca de la iglesia. Le pagaban bien, pero ella iba más que nada porque allí trabaja su mejor amiga. A esto es a lo que voy.
Esta chica era muy rara, demasiado diría yo. Un día encontré en casa un libro que llevaba su nombre. No lo leí, pero la tapa decía algo de rituales. Como no me gustó para nada, me lo llevé. Creo que lo traje, a ver...
Mientras sacaba el libro de su bolso hablando muy rápido y sin parar, yo iba anotando, como podía, todo en mi libreta.
¿Sospechás de su mejor amiga?
- Al principio no. Pero mi hermana no era de relacionarse con muchas personas. Con esta chica y con su novio pasaba la mayor parte del tiempo.
Su voz había cambiado completamente. De ser dulce e inocente, pasó bruscamente a ser seria y decidida. Su cara la acompañaba con un ceño levemente fruncido. Sus manos abrazaron el libro tan fuerte que parecía estrujarlo. Se notaba a simple vista la revolución de emociones que se encontraba en su mente.
- Encontramos algo. - dijo Giménez mientras venía corriendo hacia aquí.- Es cabello, que no pertenecía a ella porque es enrulado.
El cabello de su amiga es enrulado.- contestó Sabrina en tono bien afirmativo.
¿Usted quién es?- le respondió indiferente.
Es la hermana de la joven, señor. Me está contando bastantes cosas, que tal vez me lleven a un rápido desenlace.
Genial, siga trabajando.- dió media vuelta y se fué, noté que no me había prestado atención. No es común en él hacer esas cosas. Esta vez estaba muy compenetrado con su trabajo. Pero solo con "su" parte, es muy soberbio y arrogante.
Ahora que nombraste al novio podemos agregar otro sospechoso...
- O pensándolo un poco, cambiamos de asesino... Siempre noté algo raro en él cuando estaban los tres en casa. Un día lo ví abrazado con la amiga. Hablé con ella y me dijo que la estaba consolando porque había fallecido una amiga de la infancia. Entonces no pensé más en la posibilidad de una traición. Veamos el libro.
Mientras iba pasando las hojas, ví que había algo escrito en una. La detuve.
"Ritual de Sacrificio”. El objetivo de este ritual es halagar al diablo con la sangre de gente pura."
Sabrina no entendía, leía una y otra vez, pero yo sí. Comprendí que el ritual era sólo una excusa para el crimen, escondía algo que pronto descubriría. A su vez, la persona de las llamadas era la misma, y no dudé en que sea la asesina.
Este caso está casi resuelto Sabri, ¿te puedo llamar así no? Estoy seguro que la persona que te llamó, porque a nosotros también nos llamó, es la asesina; y tu teoría de traición es cierta. Pero por parte de ella solamente. El ritual seguramente, es para deshacerse de ella. Necesito que nos comuniquemos con el novio de tu hermana, antes de que la situación se agrave más; presiento que esto todavía no acabó.
Creía que era lo más largo que le había dicho sin que ella agregara algo o interrumpiera. Ahora su voz y sus ojos tenían un leve tono esperanzador.
Lo llamo entonces.
- Sí, tratá de sacarle la información que más puedas.
Estaban hablando, se podía oír la conversación desde donde estaba sentado. Pero no hablaban de lo que realmente importaba. Sabrina quería llegar lentamente al punto. Puso altavoz a su celular.
-Sabri, te voy a decir la verdad. Espero que me creas. Tuve un romance con la amiga de tu hermana, sí. Pero fue cuando ella y yo estábamos separados. Yo la amaba, nunca haría algo que llegara a lastimarla. Fue esa vez y no nos vimos nunca más, sólo nos cruzábamos cuando iba a tu casa. Me confesó su plan, pero me llamó después de hacerlo, hace apenas unas horas. Ahora se siente culpable... Seguro leíste lo del ritual. Fue un invento. Lo hizo para deshacerse de ella, porque está obsesionada conmigo, y pensó que al hacerlo, yo me le acercaría de nuevo y terminaríamos en pareja. Luego cayó a la realidad, se dió cuenta de que era una locura.
- Bueno gracias, después te llamo, chau.
- Per...
Mis hipótesis ya no eran hipótesis. Iríamos a buscar a la chica, y la arrestaríamos. Después viene el juicio y todo lo demás. Sería bastante rápido, si todo está claro...
Luego apareció otra joven, llena de sangre, con cara de psicópata, toda despeinada y con un arma en la mano. Hasta yo me di cuenta quién era.
Ho-hola. Sabrina perdoname. Estoy loca por amor. Por poseer el corazón del joven que aún pertenece a mi mejor amiga. Quiero que vos me perdones, porque yo no lo voy a hacer, nunca.
- ¡NO! ¡No lo hagas! No me tenés que pedir perdón, sino a Dios, es él el que nos juzga a todos nosotros.
- No seas ilusa Sabrina, ese Dios no existe.
- Sí que exis...
La jóven asesina, loca por amor según ella, se suicidó. Puso el arma en su boca y sin dudar, gatilló. Las palomas que había en los árboles salieron despavoridas volando hacia ningún lugar. Mis oídos ensordecidos, apenas podían oír el llanto de la chica. En ese momento, se llevaban el cuerpo de la hermana de Sabrina para hacerle la autopsia, pero ya no era necesario.


Macarena Santillán.

sábado, 20 de marzo de 2010

El corazón de Cecilia.


Cecilia se acaba de despertar. Son las 10 am. De las incontables vueltas que dió en la cama, ni se percató que durmió apenas media hora. Pero se siente bien, no está cansada. Aunque muy nerviosa, nunca se había sentido así, tan impaciente y feliz. Ahora se va a bañar... no se anima a mirarse al espejo por miedo a ver esa sonrisa que hacía mucho tiempo no brotaba en su rostro.

Ya son las 12. En media hora pasan a buscar a Cecilia. Ella está indecisa, no sabe si su ropa, su peinado, el perfume que se puso iría a gustarle. Se sentía toda una mujer, con caprichos de cualquier mujer, inseguridades de cualquier mujer... se puso un vestido floreado que combinaba con sus ojos miel y se fue, se fue a descubrir el amor.
Están los dos sentados en la mesa de un bonito restaurant. Ya son las 3 de la tarde. Ella lo mira todo el tiempo y suspira, pero ahora se siente segura y desinhibida. Están hablando de cosas insignificantes, aunque a los dos parece importarles mucho.
Acaba de llegar la cuenta, él paga y se van tomados de la mano, caminando como dos enamorados, a pesar de que ellos no conocen sus sentimientos.
Llegaron a la puerta de la casa de Cecilia, siguen hablando, él toma su otra mano, y le da el más tierno y dulce de los besos. Ella sonríe, y lo abraza fuertemente, no quiere dejarlo ir. Pero se separan y se va, entra a su casa, aún con la enorme sonrisa. Se dirige hacia la ventana y lo mira desde allí, mientras él camina felizmente.

viernes, 19 de marzo de 2010

Ellos ~


Ellos se habían peleado. Ella pensó que era demasiado tarde para intentar arreglar las cosas. Él se ahogaba en alcohol y recuerdos. Ella se sentía culpable. Sus caprichos lo habían agotado. Pensaba en los momentos vividos. Cómo se conocieron, cómo se enamoraron, cómo lograban superar esas pequeñas peleas que siempre terminaban en un "Te amo" y en un beso que lo borraba todo. Hasta que llegaba ese recuerdo, el último. Discutieron hasta el cansancio, por suerte, él pensaba antes de actuar y no llegaron a largar más que palabras que los llenaban de dolor.
Él se ilusionaba. Creía que volverían. Anhelaba estar nuevamente en sus brazos. Ella luego de mucho pensar, decidió lo peor, acabar con su vida. Sacó de un cajón unas pastillas de rara procedencia y las tomó una a una entre sollozos con pequeños sorbos de agua. En esos sorbos y en su mente, viajaban hasta desaparecer, los sueños y deseos de un futuro que nunca llegaría. Sabía que eso era solo un viaje de ida. No fue muy larga la espera. De pronto, un dolor punzante atravesó su cuerpo. Su piel cambió a color blanco papel. Apagó la luz y lentamente cayó en su cama, en un sueño eterno.
Pero él había decidido regresar. Se dirigió hasta su casa, aún poseía la copia de las llaves. Entró silenciosamente en su habitación y se quedó inmóvil, sin parpadear. Sentía que su mundo se derrumbaba. No podía detenerse el tiempo para que la muerte retrocediera y poder decirle cuánto la amaba. Buscaba respuestas del por qué en la escena.
En medio de un abismo, sin consuelo, la besó y se sentó a su lado hasta el amanecer.




Macarena Santillán ~

Ritual de Sacrificio.


Resulta, que alguien llamó a la comisaría para informar que había encontrado el cuerpo de una joven en la puerta del cementerio. Era una mujer. Su voz parecía serena, espontánea, hablaba con total naturalidad, como si estuviera acostumbrada a encontrarse con cadáveres. Otra persona, y especialmente una mujer, hablaría tartamudeando, en medio de un llanto, o gritando horrorizada, pero ella no.
El detective, atónito, ya que no es común aquí este tipo de casos, llamó al forense, y a algunos policías. Yo por mi parte, tomé mi abrigo y mi libreta. Nos subimos a los móviles y partimos rápidamente.
Él iba manejando muy serio. No hacía ningún comentario. Sólo tocaba su bigote canoso. Bajaba hacia su mentón, y volvía al bigote. Yo intentaba hablarle sobre algo y me respondía con monosílabas. Decidí no decirle más nada, ya que se irritaría. Y no quería verlo de esa manera, porque se transforma tanto que asusta.
El piso del lugar estaba húmedo, por la noche había llovido. Pero el sol mañanero estaba secándolo. Entre el camino a la entrada había muchos árboles. Algunos recién podados y otros con hojas cayéndose.
Nos bajamos del móvil, caminamos unos metros, y vimos que el cuerpo se hallaba tendido en el suelo, como si estuviese durmiendo luego de una borrachera. De él provenía un olor nauseabundo, no me gustaba la idea de acercarme. Estaba vestida de negro, descalza. Lo raro de esto, es que estaba disecado. No tenía ninguna herida visible, pero estaba disecado, marchito.
Nos preocupaba al detective y a mí que, luego de haber publicado la noticia en el canal local, ninguna persona se había comunicado, ningún familiar, nadie... así no íbamos a poder avanzar nunca.
-¿Alguien oyó algo?¿Hubo algún testigo?- Me preguntó el detective Giménez, aunque sabía mi respuesta.
No lo sé señor.- Le contesté como pude ya que mis ganas de vomitar eran enormes, y me fui a un lugar alejado a tomar aire.
-Hola, ¿usted es el detective?- Dijo casi susurrando una voz dulce y a la vez herida, totalmente destrozada si se quiere, por una pérdida tal vez. Levanté la mirada de mi revista, donde estaba leyendo un artículo sobre cómo cuidar plantas carnívoras, el cual me interesó bastante y consideraba comprar una para poner en mi departamento, y ví a una joven de rasgos parecidos a los del cadáver.
-No, yo soy el ayudante, ¿por qué? ¿Necesitás algo?
-Soy la hermana de la joven.
Con razón, su cabello era igual, sus ojos, la forma de su cara, con la diferencia de que ésta tenía sangre en su organismo. Al mirarla me transportaba hacia la noche anterior, que fue cuando su hermana murió. En mi cabeza aparecían imágenes de lo que posiblemente habría sucedido. Ahora me intrigaba saber.
- Contame...
- Sabrina.
- Contame Sabrina. Así voy tomando nota, seguro con tu ayuda vamos a poder saber quién la mató. Pero, ¿por qué viniste ahora?, ¿por qué no te comunicaste antes?
- Me avisaron por teléfono, yo no estaba en la ciudad…La llamada fue muy rara. No conocía a la persona que me llamó. Según dijo ella, porque era una mujer, encontró el cuerpo de mi hermana aquí, y revisó su cartera para sacar información o algún número de teléfono dónde poder comunicarse. De ahí sacó el mío. Pero su voz se notaba calma, si a mi me hubiese pasado, no podría hablar directamente, imaginate el susto. La verdad me sorprendió su muerte. Era una chica tan inteligente. Ahora estaba estudiando medicina, recién empezaba. Trabajaba en el drugstore que está cerca de la iglesia. Le pagaban bien, pero ella iba más que nada porque allí trabaja su mejor amiga. A esto es a lo que voy.
Esta chica era muy rara, demasiado diría yo. Un día encontré en casa un libro que llevaba su nombre. No lo leí, pero la tapa decía algo de rituales. Como no me gustó para nada, me lo llevé. Creo que lo traje, a ver...
Mientras sacaba el libro de su bolso hablando muy rápido y sin parar, yo iba anotando, como podía, todo en mi libreta.
¿Sospechás de su mejor amiga?
- Al principio no. Pero mi hermana no era de relacionarse con muchas personas. Con esta chica y con su novio pasaba la mayor parte del tiempo.
Su voz había cambiado completamente. De ser dulce e inocente, pasó bruscamente a ser seria y decidida. Su cara la acompañaba con un ceño levemente fruncido. Sus manos abrazaron el libro tan fuerte que parecía estrujarlo. Se notaba a simple vista la revolución de emociones que se encontraba en su mente.
- Encontramos algo. - dijo Giménez mientras venía corriendo hacia aquí.- Es cabello, que no pertenecía a ella porque es enrulado.
El cabello de su amiga es enrulado.- contestó Sabrina en tono bien afirmativo.
¿Usted quién es?- le respondió indiferente.
Es la hermana de la joven, señor. Me está contando bastantes cosas, que tal vez me lleven a un rápido desenlace.
Genial, siga trabajando.- dió media vuelta y se fué, noté que no me había prestado atención. No es común en él hacer esas cosas. Esta vez estaba muy compenetrado con su trabajo. Pero solo con "su" parte, es muy soberbio y arrogante.
Ahora que nombraste al novio podemos agregar otro sospechoso...
- O pensándolo un poco, cambiamos de asesino... Siempre noté algo raro en él cuando estaban los tres en casa. Un día lo ví abrazado con la amiga. Hablé con ella y me dijo que la estaba consolando porque había fallecido una amiga de la infancia. Entonces no pensé más en la posibilidad de una traición. Veamos el libro.
Mientras iba pasando las hojas, ví que había algo escrito en una. La detuve.
"Ritual de Sacrificio”. El objetivo de este ritual es halagar al diablo con la sangre de gente pura."
Sabrina no entendía, leía una y otra vez, pero yo sí. Comprendí que el ritual era sólo una excusa para el crimen, escondía algo que pronto descubriría. A su vez, la persona de las llamadas era la misma, y no dudé en que sea la asesina.
Este caso está casi resuelto Sabri, ¿te puedo llamar así no? Estoy seguro que la persona que te llamó, porque a nosotros también nos llamó, es la asesina; y tu teoría de traición es cierta. Pero por parte de ella solamente. El ritual seguramente, es para deshacerse de ella. Necesito que nos comuniquemos con el novio de tu hermana, antes de que la situación se agrave más; presiento que esto todavía no acabó.
Creía que era lo más largo que le había dicho sin que ella agregara algo o interrumpiera. Ahora su voz y sus ojos tenían un leve tono esperanzador.
Lo llamo entonces.
- Sí, tratá de sacarle la información que más puedas.
Estaban hablando, se podía oír la conversación desde donde estaba sentado. Pero no hablaban de lo que realmente importaba. Sabrina quería llegar lentamente al punto. Puso altavoz a su celular.
-Sabri, te voy a decir la verdad. Espero que me creas. Tuve un romance con la amiga de tu hermana, sí. Pero fue cuando ella y yo estábamos separados. Yo la amaba, nunca haría algo que llegara a lastimarla. Fue esa vez y no nos vimos nunca más, sólo nos cruzábamos cuando iba a tu casa. Me confesó su plan, pero me llamó después de hacerlo, hace apenas unas horas. Ahora se siente culpable... Seguro leíste lo del ritual. Fue un invento. Lo hizo para deshacerse de ella, porque está obsesionada conmigo, y pensó que al hacerlo, yo me le acercaría de nuevo y terminaríamos en pareja. Luego cayó a la realidad, se dió cuenta de que era una locura.
- Bueno gracias, después te llamo, chau.
- Per...
Mis hipótesis ya no eran hipótesis. Iríamos a buscar a la chica, y la arrestaríamos. Después viene el juicio y todo lo demás. Sería bastante rápido, si todo está claro...
Luego apareció otra joven, llena de sangre, con cara de psicópata, toda despeinada y con un arma en la mano. Hasta yo me di cuenta quién era.
Ho-hola. Sabrina perdoname. Estoy loca por amor. Por poseer el corazón del joven que aún pertenece a mi mejor amiga. Quiero que vos me perdones, porque yo no lo voy a hacer, nunca.
- ¡NO! ¡No lo hagas! No me tenés que pedir perdón, sino a Dios, es él el que nos juzga a todos nosotros.
- No seas ilusa Sabrina, ese Dios no existe.
- Sí que exis...
La jóven asesina, loca por amor según ella, se suicidó. Puso el arma en su boca y sin dudar, gatilló. Las palomas que había en los árboles salieron despavoridas volando hacia ningún lugar. Mis oídos ensordecidos, apenas podían oír el llanto de la chica. En ese momento, se llevaban el cuerpo de la hermana de Sabrina para hacerle la autopsia, pero ya no era necesario.


Macarena Santillán.

El corazón de Cecilia.


Cecilia se acaba de despertar. Son las 10 am. De las incontables vueltas que dió en la cama, ni se percató que durmió apenas media hora. Pero se siente bien, no está cansada. Aunque muy nerviosa, nunca se había sentido así, tan impaciente y feliz. Ahora se va a bañar... no se anima a mirarse al espejo por miedo a ver esa sonrisa que hacía mucho tiempo no brotaba en su rostro.

Ya son las 12. En media hora pasan a buscar a Cecilia. Ella está indecisa, no sabe si su ropa, su peinado, el perfume que se puso iría a gustarle. Se sentía toda una mujer, con caprichos de cualquier mujer, inseguridades de cualquier mujer... se puso un vestido floreado que combinaba con sus ojos miel y se fue, se fue a descubrir el amor.
Están los dos sentados en la mesa de un bonito restaurant. Ya son las 3 de la tarde. Ella lo mira todo el tiempo y suspira, pero ahora se siente segura y desinhibida. Están hablando de cosas insignificantes, aunque a los dos parece importarles mucho.
Acaba de llegar la cuenta, él paga y se van tomados de la mano, caminando como dos enamorados, a pesar de que ellos no conocen sus sentimientos.
Llegaron a la puerta de la casa de Cecilia, siguen hablando, él toma su otra mano, y le da el más tierno y dulce de los besos. Ella sonríe, y lo abraza fuertemente, no quiere dejarlo ir. Pero se separan y se va, entra a su casa, aún con la enorme sonrisa. Se dirige hacia la ventana y lo mira desde allí, mientras él camina felizmente.

Ellos ~


Ellos se habían peleado. Ella pensó que era demasiado tarde para intentar arreglar las cosas. Él se ahogaba en alcohol y recuerdos. Ella se sentía culpable. Sus caprichos lo habían agotado. Pensaba en los momentos vividos. Cómo se conocieron, cómo se enamoraron, cómo lograban superar esas pequeñas peleas que siempre terminaban en un "Te amo" y en un beso que lo borraba todo. Hasta que llegaba ese recuerdo, el último. Discutieron hasta el cansancio, por suerte, él pensaba antes de actuar y no llegaron a largar más que palabras que los llenaban de dolor.
Él se ilusionaba. Creía que volverían. Anhelaba estar nuevamente en sus brazos. Ella luego de mucho pensar, decidió lo peor, acabar con su vida. Sacó de un cajón unas pastillas de rara procedencia y las tomó una a una entre sollozos con pequeños sorbos de agua. En esos sorbos y en su mente, viajaban hasta desaparecer, los sueños y deseos de un futuro que nunca llegaría. Sabía que eso era solo un viaje de ida. No fue muy larga la espera. De pronto, un dolor punzante atravesó su cuerpo. Su piel cambió a color blanco papel. Apagó la luz y lentamente cayó en su cama, en un sueño eterno.
Pero él había decidido regresar. Se dirigió hasta su casa, aún poseía la copia de las llaves. Entró silenciosamente en su habitación y se quedó inmóvil, sin parpadear. Sentía que su mundo se derrumbaba. No podía detenerse el tiempo para que la muerte retrocediera y poder decirle cuánto la amaba. Buscaba respuestas del por qué en la escena.
En medio de un abismo, sin consuelo, la besó y se sentó a su lado hasta el amanecer.




Macarena Santillán ~