sábado, 20 de marzo de 2010

El corazón de Cecilia.


Cecilia se acaba de despertar. Son las 10 am. De las incontables vueltas que dió en la cama, ni se percató que durmió apenas media hora. Pero se siente bien, no está cansada. Aunque muy nerviosa, nunca se había sentido así, tan impaciente y feliz. Ahora se va a bañar... no se anima a mirarse al espejo por miedo a ver esa sonrisa que hacía mucho tiempo no brotaba en su rostro.

Ya son las 12. En media hora pasan a buscar a Cecilia. Ella está indecisa, no sabe si su ropa, su peinado, el perfume que se puso iría a gustarle. Se sentía toda una mujer, con caprichos de cualquier mujer, inseguridades de cualquier mujer... se puso un vestido floreado que combinaba con sus ojos miel y se fue, se fue a descubrir el amor.
Están los dos sentados en la mesa de un bonito restaurant. Ya son las 3 de la tarde. Ella lo mira todo el tiempo y suspira, pero ahora se siente segura y desinhibida. Están hablando de cosas insignificantes, aunque a los dos parece importarles mucho.
Acaba de llegar la cuenta, él paga y se van tomados de la mano, caminando como dos enamorados, a pesar de que ellos no conocen sus sentimientos.
Llegaron a la puerta de la casa de Cecilia, siguen hablando, él toma su otra mano, y le da el más tierno y dulce de los besos. Ella sonríe, y lo abraza fuertemente, no quiere dejarlo ir. Pero se separan y se va, entra a su casa, aún con la enorme sonrisa. Se dirige hacia la ventana y lo mira desde allí, mientras él camina felizmente.

El corazón de Cecilia.


Cecilia se acaba de despertar. Son las 10 am. De las incontables vueltas que dió en la cama, ni se percató que durmió apenas media hora. Pero se siente bien, no está cansada. Aunque muy nerviosa, nunca se había sentido así, tan impaciente y feliz. Ahora se va a bañar... no se anima a mirarse al espejo por miedo a ver esa sonrisa que hacía mucho tiempo no brotaba en su rostro.

Ya son las 12. En media hora pasan a buscar a Cecilia. Ella está indecisa, no sabe si su ropa, su peinado, el perfume que se puso iría a gustarle. Se sentía toda una mujer, con caprichos de cualquier mujer, inseguridades de cualquier mujer... se puso un vestido floreado que combinaba con sus ojos miel y se fue, se fue a descubrir el amor.
Están los dos sentados en la mesa de un bonito restaurant. Ya son las 3 de la tarde. Ella lo mira todo el tiempo y suspira, pero ahora se siente segura y desinhibida. Están hablando de cosas insignificantes, aunque a los dos parece importarles mucho.
Acaba de llegar la cuenta, él paga y se van tomados de la mano, caminando como dos enamorados, a pesar de que ellos no conocen sus sentimientos.
Llegaron a la puerta de la casa de Cecilia, siguen hablando, él toma su otra mano, y le da el más tierno y dulce de los besos. Ella sonríe, y lo abraza fuertemente, no quiere dejarlo ir. Pero se separan y se va, entra a su casa, aún con la enorme sonrisa. Se dirige hacia la ventana y lo mira desde allí, mientras él camina felizmente.